
Criarse con una Madre Emocionalmente Inestable

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ToggleTormentas Silenciosas en el Mundo de un Niño – Trauma Infantil
Criarse con una madre emocionalmente inestable es una realidad difícil de comprender para quienes lo ven desde fuera. Muchas veces se vive en silencio; la infancia se moldea con tormentas que otros no ven ni oyen, pero que resuenan en nuestro interior. El amor y el miedo, la confianza y la incertidumbre caminan juntos dentro del mismo hogar, y dejan una profunda herida de la infancia.
Desde mis primeros recuerdos, siempre me sentí como un exceso en este mundo. Sentía que siempre hacía daño a mi madre. Que yo había sido un error, y que mi madre —una persona hermosa, pura y buena— había sufrido mucho en la vida y aun así me soportaba. Yo adoraba a mi madre, porque para un niño, una madre es como un dios.
Tenía 9 años. Mi madre no pudo volver a casarse por mi culpa. El hombre al que amaba le dijo que no quería casarse con ella porque tenía una hija. Ese día, mi madre quiso conducir el coche hacia el mar y suicidarse, pero entonces pensó en mí y se detuvo. “Eres mi mejor amiga, escuchas todos mis problemas”, me dijo. Me alegré de oír eso. Al menos tenía un propósito, un valor: escuchar los problemas de mi madre, intentar resolverlos y hacerla feliz.
Poco después, otro día, cuando mi madre me dijo que se sentía muy sola y yo le respondí: “No estás sola, mamita, yo estoy contigo”, mi alegría se rompió con su respuesta: “¿Cuál es la diferencia entre estar sola y estar contigo?”. Me sentí completamente impotente y envuelta por la creencia de no valer nada. La vida de mi madre estaba en peligro, y yo quería salvarla. (Artículo relacionado: La Herida Materna)
La Carga de la Infancia: Crecer Demasiado Pronto
Asumir responsabilidades emocionales en la infancia significa cargar con pesos que ni siquiera un adulto podría soportar. A veces fui la madre de mi madre, a veces su apoyo emocional. Pensar si ella estaba bien cuando iba al colegio, dormir siempre en estado de alerta… No eran simples recuerdos, eran huellas marcadas en mi sistema nervioso. Un sistema nervioso siempre en alerta era necesario para captar las necesidades ajenas, intentar hacer que se sintieran bien y calmar sus nervios.
Para mí, la infancia fue observar las expresiones de mi madre, pensar dos veces antes de decir algo y vivir en constante vigilancia. Crecí con la ansiedad de cuándo estallaría la tormenta después de cada momento feliz. Siempre observaba el estado de ánimo de mi madre: cuando sonreía, ¿era de verdad o era solo la calma antes de la tormenta?
Siempre tenía que ser fuerte, siempre lista para ayudar. Como si, un día, si mi madre lograba ser feliz, todo se solucionaría. Yo aún no había nacido verdaderamente. Mis deseos iban en paralelo a los suyos. Ya había llegado a la adolescencia. Empecé a imitarla. Muy pequeña, deseé tener un novio, porque según lo que había aprendido de ella, solo así se podía ser feliz. Pero, sobre todo, quería que ella tuviera un novio. Entonces sería feliz y todo se arreglaría. Por desgracia, en aquella época ninguna de las dos tuvo relaciones que nos hicieran felices. Después de todo, mi felicidad no debía superar la suya. Ella no lo habría permitido.
La Maternidad y la Inestabilidad Emocional: Heridas Invisibles
En la sociedad, la maternidad se asocia siempre con la compasión y la paciencia. Pero no todas las madres encajan en ese molde. Los trastornos emocionales, especialmente si no han sido reconocidos o tratados, pueden afectar profundamente tanto a la madre como al hijo.
Los cambios de humor de mi madre y sus estallidos de ira estaban muy lejos de esa imagen ideal. A veces era excesivamente alegre, activa y amorosa; otras, muy enfadada y acusadora. Me sentía arrastrada entre esos altibajos sin saber a qué aferrarme. Mi infancia no se moldeó con una sensación de seguridad, sino con inestabilidad emocional.
En la imagen de mi infancia, a veces había una cara que sonreía en exceso para agradar a todos; otras, una niña que no podía soportar el dolor que sentía y escapaba a un mundo de fantasía en estado de trance.
Historias que Callan: Vergüenza y Culpa
¿Por qué mi madre un día era tan amorosa y al día siguiente me gritaba con todas sus fuerzas, culpándome de cosas absurdas? ¿Por qué no me veía como era, sino como alguien completamente distinto? Durante años viví sin respuestas a estas preguntas. Mi sentido de la realidad se tambaleaba. Creía que estaba loca, que había algo mal en mí. Conocerme y amarme fue muy difícil.
También trataba mal a mis amigos y siempre me humillaba delante de ellos. Con el tiempo, empecé a cerrarme en mí misma. Surgió un sentimiento de culpa muy profundo. Y con el tiempo, este sentimiento se convirtió en una creencia de no valer nada. Me preguntaba: “¿Será que yo era la equivocada? ¿Si hubiera sido una mejor hija, habría cambiado todo?”. Me culpaba. Incluso hubo momentos en los que deseé no haber nacido nunca. Empecé a hacerme daño, me cortaba los brazos. Como si el dolor físico amortiguara el dolor que sentía por dentro.
Pero ahora sé que ningún niño tiene que ser el sanador de su madre. El derecho a vivir, a nacer, es algo hermoso, intocable por la culpa, y sagrado por encima de todo.
Signos del Trauma Infantil
- El niño puede reprimir sus verdaderas emociones y actuar de forma “madura”
- Puede desarrollarse un estado constante de vigilancia y prioridad hacia los sentimientos ajenos
- Incluso los niños callados y “sin problemas” pueden sufrir ansiedad y soledad profundas
- El trauma puede expresarse mediante síntomas físicos (dolor abdominal, insomnio, etc.)
- El sentido del “yo” se debilita; el niño se moldea únicamente en función de las necesidades ajenas
Verte a Través de los Ojos de tu Madre: Identidad Sombra e Inseguridad
Cuando tu madre es emocionalmente inestable, el flujo natural de la vida se derrumba. No puedes ser un niño. Tienes juguetes, pero no puedes jugar. Tienes sueños, pero no puedes realizarlos. Y cuando por fin tienes una oportunidad, no te atreves.
Mi madre no solo me culpaba, sino que tampoco apoyaba nada de lo que yo quería hacer. Recuerdo que cuando tenía unos 9 o 10 años, le pedí tres cosas: un libro que vi en una librería, una bicicleta y una guitarra. Aunque su situación económica no era tan mala, recuerdo que me hizo suplicar mucho por esas cosas. Me decía frases como: “Eres igual que tu padre, no terminarás nada”. Ahora entiendo que eso eran técnicas de manipulación para justificar que no quería hacerlo.
También era fruto de su odio hacia mi padre y del arrepentimiento por haber tenido un hijo con él. A sus ojos, yo arruiné su vida al nacer y, por lo tanto, no merecía ser feliz. Lo peor era que no era consciente del daño que me causaba. Vivía perdida en sus altibajos emocionales. Todo eso me generó una gran confusión. Si alguien te trata mal siempre, es más fácil aceptarlo. Pero si un día te trata bien y al siguiente mal, te confunde mucho más.
La identidad que se me impuso —la de no ser capaz, la de abandonar siempre, por lo tanto mejor no empezar nada— sigue hoy tirando de mí hacia atrás cada vez que quiero lograr algo, con un sentimiento de inseguridad. Se convirtió en una identidad sombra con la que tengo que luchar toda la vida. Al principio pensé que su amor era incondicional, porque no necesitaba lograr nada para que me quisiera. Pero cuando quise hacer algo por mí, entendí que no quería permitírmelo. Solo me amaba si no la superaba ni la abandonaba.
Efectos de la Identidad Sombra
- Dificultad para confiar en la propia voz interior; necesidad constante de aprobación externa
- Aparición de patrones de auto-sabotaje al acercarse al éxito
- Creencias como “no puedo” o “yo soy así” son voces de la sombra
- Tendencia a vivir según las expectativas ajenas en lugar de los propios deseos
- La persona sigue viendo su valor a través de los ojos de su madre o de los demás
Sanación con Reiki: Ser tu Propia Madre
Ser tu propia madre significa darte ahora el amor, la atención y la comprensión que te faltaron en la infancia.
La razón principal por la que escribo esto es para encender una luz para aquellas almas que han vivido experiencias similares. Con la sanación a través de Reiki, la meditación y el trabajo interior, aprendí con los años que nuestro niño interior todavía espera ser escuchado. Abrazarlo, escucharlo, mostrarnos compasión es el comienzo del camino de sanación.
Decirle cada mañana con ternura a la pequeña Hande “te veo” fue un paso sanador. Lo más importante: empecé a oírme de verdad por primera vez. Ya no busco el amor fuera, porque lo he encontrado dentro de mí.
El Verdadero Rostro del Crecimiento Espiritual
A día de hoy, aún tengo momentos difíciles. Pero ya no estoy sola. Ser mi propia madre, permitirme hacer aquello que antes me negaba, es una de las áreas más profundas del crecimiento espiritual. Y sé que hay esperanza para todos los que recorren este camino. Contar tu historia, aceptar tus emociones y acercarte a ti mismo con compasión pueden ser los primeros pasos.
Todos tenemos que sanar nuestras traumas personales. Especialmente en el momento que atraviesa el mundo, para no dejarnos afectar por los traumas a nivel macro que crea el sistema manipulador, es imprescindible sanar nuestras traumas emocionales a nivel micro.
Con coraje, podemos atravesar el dolor y salir fortalecidos. Lo digo por mi experiencia y la de mis consultantes: esos traumas que desde lejos parecen insoportables, que creemos que nos destruirán, pierden fuerza cuando los miramos de cerca con el enfoque adecuado. Y lo maravilloso es que con Reiki podemos lograrlo.
No dudes en contactarme en cualquier momento para obtener más información sobre mis sesiones de Reiki o para reservar un horario que te convenga.
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