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Una mujer caminando sola en la naturaleza, simbolizando enfrentar la soledad, mostrar autocompasión y conectar con la Familia del Alma a través del Reiki.

Soledad

Una mujer caminando sola en la naturaleza, simbolizando enfrentar la soledad, mostrar autocompasión y conectar con la Familia del Alma a través del Reiki.

Vínculo Formado con la Soledad

La soledad se ha convertido en mi compañera más apasionada durante los últimos 17 años: mi templo sagrado, mi hogar al que corro para encontrarme a mí misma, mi amiga más cercana. Nunca estuve realmente sola; siempre fui parte de mi familia del alma invisible que me sostenía y apoyaba. Había anhelado reunirme con ellos desde que nací, y ahora estaba con ellos.

En este artículo, hablaré de mi largo viaje hacia la soledad durante mi proceso de sanación con Reiki, y de cómo se convirtió en una bendición en mi vida.

Sensibilidad Energética

Desde que tengo memoria, la energía de otras personas me afectaba profundamente. A veces resultaba insoportable, como un mareo, con náuseas y sensación de desvanecimiento. Al menos una o dos veces por semana terminaba vomitando y con dolores de cabeza intensos… hasta que descubrí la sanación con Reiki.

Desde muy pequeña, todos me confiaban sus problemas. Mi madre, mi abuelo, mi tío, mi abuela… Era como si yo tuviera que mantener el equilibrio de todos, siendo siempre alegre y agradable en casa. Incluso el día que mi tía murió por intoxicación de gas en nuestra casa, cuando yo tenía cuatro años, se cuenta que andaba corriendo y sonriendo y que, cuando me preguntaban, decía: “Todos están muy tristes, estoy intentando hacerlos felices”.

Mi abuelo me decía que hablar conmigo lo calmaba y me contaba sus preocupaciones. Mi madre siempre me hablaba de sus desamores: de cómo la habían abandonado, de lo malos que eran los hombres. Mi tío contaba cómo se obsesionaba con todo y no podía confiar en nada de lo que hacía. Mi abuela me contaba cómo odiaba ser mujer.

Era como si yo no existiera. Mi propósito era escuchar los problemas de los demás e intentar sanarlos. Estar rodeada de tanta gente infeliz no me dejaba espacio para ser niña. No tenía lugar para quejarme, ser irresponsable ni un poco, o hacer travesuras. Sentía que solo merecía existir si lograba que se sintieran mejor. Recibía muy poca compasión y para conseguirla tenía que ser siempre la “niña buena”. Por ejemplo, mi abuelo solo me dejaba darle un beso en la mejilla si le masajeaba las piernas cansadas después del trabajo.

Patrones Repetitivos en las Relaciones: Sentirme Sola, Esperar que me Amen

Aunque no era consciente de ello, este patrón continuó en mis relaciones posteriores. Siempre me sentía sola. Incomprendida, invisible, indigna, rara, estúpida, fea, no merecedora de amor, patética… Tenía que esforzarme muchísimo para que la gente me amara y aceptara. Muy en el fondo, había una creencia muy arraigada de que yo no era alguien digno de ser amado.

Cuando dejaba de hacer ese esfuerzo—cuando dejaba de intentar sanar a las personas o no les daba mi tiempo como ellas querían—se enfadaban conmigo. Era como si quisieran tomarme como rehén. Algunas me trataban como a su madre, proyectando en mí las discusiones que no podían tener con ella. Otras se volvían dependientes de mí para sentirse bien y me manipulaban emocionalmente si no les daba la dosis que necesitaban.

Algunas personas, en cambio, encontraban mi energía intensa y envolvente demasiado abrumadora. Les daba miedo. Tuve que aprender a retirar mi energía, a estar tranquila, y aunque había un torrente que quería brotar desde dentro de mí, tenía que guardarlo para mí.

Sanación con Reiki: Conectar Contigo Mismo, Autocompasión

Recuerdo que pasaron muchos años antes de oír esa voz interior que gritaba: “¿Y yo qué? ¿No hay amor para mí?”—lo cual en realidad era un signo de sanación. Esa pregunta fue el inicio de la autocompasión.

Cuando empecé a recibir sanación con Reiki, mi vida empezó a cambiar muy rápida y drásticamente. Era como si hubiera estado conteniendo la respiración bajo el agua durante mucho tiempo y finalmente pudiera salir a la superficie para respirar. Primero, comencé a alejarme de amistades que me rompían el corazón poco a poco. Esa versión de mí que siempre estaba disponible, siempre esperando una migaja de aprobación o amor de ellos, ya no existía.

Me había extrañado tanto. Entré en un largo período de soledad. Disfrutaba tanto de mi propia compañía. Mi vínculo con mi alma se volvió muy fuerte. Sabía mucho mejor quién era, qué necesitaba y qué tipo de personas necesitaba en mi vida. Lo más importante: esa necesidad desesperada de alguien más desapareció y fue reemplazada por un amor vasto que fluía de una fuente inagotable. Estaba aprendiendo a conectar conmigo misma.

Límites en las Relaciones y Apego Seguro

Hoy puedo entrar en lugares concurridos sin sentirme enferma. También soy mucho mejor para construir relaciones personales. Porque ahora, en lugar de enfocarme en lo que la otra persona necesita de mí (excepto con mis clientes), me enfoco en lo que yo aporto a ellos o a ese espacio en ese momento—en lo que realmente quiero compartir y dar. Con mi práctica regular de sanación con Reiki, es mucho más fácil permanecer en el Amor. En lugar de quedarme atrapada en sentimientos basados en el trauma y acosada por viejos recuerdos, puedo mantenerme en el momento con sentimientos basados en el Amor.

Ahora, cada nueva persona que conozco es una página en blanco. Les permito ser ellos mismos y expresarse tal como son. Y si después de eso no me gusta lo que veo, no me siento obligada a seguir viéndolos.

Durante años, las personas pueden esconder su verdadero yo por miedo a perderse mutuamente, pero ahora los verdaderos yo pueden expresarse rápidamente, las relaciones pueden suceder y terminar igual de rápido—y creo que no hay nada de malo en ello. Mientras las expectativas no superen el deseo de vivir plenamente ese momento… Lo más importante es que esa ilusión de estar sola, de soledad, no vuelva a acosarnos desde el pasado.

Por eso, la práctica regular contigo misma, esa relación contigo misma, es lo más esencial. ¡Sé siempre tu propia compañía y nunca te abandones! Cuando haces eso, que otras personas salgan de tu vida no te sacudirá tanto. Los límites en las relaciones se vuelven saludables y fáciles de establecer.

Hay poco espacio para el miedo en el Amor. Cuando entro en un lugar donde normalmente no me sentiría segura, siempre me recuerdo que nunca estoy realmente sola y que un poder protector siempre está conmigo. La fuerza de esta energía que viene de lo Divino siempre consume lo que está fuera del Amor. En otras palabras, cuando camino con esta energía, mi energía domina sobre las vibraciones más bajas, haciendo que se disipen (se alejen de mí) o se transformen.

La Sacralidad de la Soledad y el Vínculo con la Familia del Alma

Siento que cada encuentro, grande o pequeño, cada momento compartido, queda grabado en mi alma como experiencia y me enriquece. Ya no creo en esos cuentos de “felices para siempre” de Hollywood que nos contaban desde niños. Eso no me entristece; al contrario, no me obligo a creer que cada relación (amistad o amorosa) debe terminar con ese “final feliz” para ser significativa.

Cada momento que paso conmigo misma y con mi familia del alma (ya sea terrenal o espiritual) me recuerda el fuerte vínculo que tengo con la Existencia misma. Ya no permito que nadie se interponga entre mí y lo Divino. No dejo que nadie me use para llegar a Dios. En cambio, pongo a Dios entre nosotros y me relaciono con los demás a través de esa conexión.

Yo (como todos) soy única y especial. Me acepto a mí misma y a mi sagrada soledad tal como es. Mi soledad es sagrada porque me permite ser quien realmente soy, ser honesta conmigo misma y no traicionarme. Ahora solo formo relaciones personales con amigos del alma con quienes puedo tener un intercambio equitativo. La escasez o abundancia de ellos, o el tiempo que paso con ellos en mi vida, nunca opaca la riqueza de esos momentos y puede sostenerme durante mucho tiempo.

Enfrentar la soledad es realmente hacer las paces con nosotros mismos y llegar a la fuente de amor dentro de nosotros. Lo más valioso que aprendí en mi viaje de sanación con Reiki es que la soledad no es una carencia, sino un regalo. A medida que nos vinculamos con nuestra familia del alma, mostramos autocompasión y escuchamos nuestra guía interior, la soledad nos hace crecer, nos transforma y nos libera. Invito a todos los que quieran encontrar su propia luz en este viaje a abrazar esta sagrada soledad.

No dudes en contactarme en cualquier momento para obtener más información sobre mis sesiones de Reiki o para reservar un horario que te convenga.

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